Hoy desfiguramos el ethos del pasado;
cuán inverosímil y ensangrentado
se arrojó a la batalla de los egos,
amputando la promesa
del maleable candor
y la admiración eterna.
Hoy me unté el cuerpo
con tu sentir putrefacto,
manché los montes más virtuosos de mi carne
con tu fluir envenenado,
y más aún rasgué mi superficie
para que a los huesos penetrara,
y me disolviera...
En medio de una guerra por distancias,
por cada paso que uno daba
el otro se apartaba dos;
no puede haber tierras compartidas
donde solo se siembra separación.
Cavé una trinchera, más profunda que mi querer,
más oscura que mis noches mutiladas,
y confié en tu falsa misericordia...
Pero te pintaste las mejillas con mi sangre
y me cortaste con destreza los miembros
mientras afilabas tus palabras en mi dorso.
Se torna sublime la carnicería de los odios,
en medio de una guerra por distancias,
graciosamente sádico romper lo que se forjó un día,
por cada paso que uno daba,
el otro se apartaba dos;
orgásmica la aventura de desencontrarse...
no puede haber tierras compartidas,
entre dos desconocidos,
donde solo se siembra separación.
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