Las manos tornan las maderas en formas suaves...
onduladamente con la fuerza de los dedos
me creaste en alguna pieza negra;
"Mi mejor trabajo", decías.
Tallaste mi figura con lo más obseso del deseo,
el rostro con deleite,
las manos las articulaste hábiles
y hubiste de buscar la cabellera más enmarañada,
"como después de hacer el amor", decías.
No me llamé sino como tus labios me nombraban,
y decoraba la oscuridad entre gemidos,
sabía cuando venías a encerrarte conmigo por tu perfume,
"para que no me olvides", decías.
(Quizá existan colores además de éste,
quizá no todo se reduzca a éste colchón donde me atas,
quizá...)
Un día entraste sin querer estar ahí,
y no dijiste nada.
Otro día te quedaste de pie a mi lado
y pude sentir la respiración de tu rigidez.
Al tercer día no sentí más que dolorosos golpes.
Las manos tornan las maderas en astillas...
afiladamente con la fuerza de los dedos
me destruías en alguna pieza negra;
"Eres mía", repetías una y otra vez.
Un día encendiste la luz...
Te miré con ojos vívidos
como quien descubre un mundo,
y en cambio tú me miraste con tus cuencas vacías,
"¿Te gusta lo que ves?", dijiste
"Mi mejor trabajo"
Tras de ti cerraste la puerta,
me dejaste con la luz prendida,
y no volviste a entrar.